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Eternidad

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"Deseo ser inmortal". Le dije al genio. Era consciente de las consecuencias de no morir nunca, el dolor que me traería y la soledad que me esperaba al ver morir a todos. No sería posible que al genio se le ocurriera una forma de hacer que el deseo no fuera su propio castigo. "Lo único inmortal es la existencia, tendré que no solo hacerte parte de ella, sino ella misma." dijo el genio con una risa malévola pero con cierto temblor en su voz. Creí que lo había vencido, un deseo que no podría estropear. Decir que fui un tonto, un imbécil o un idiota, o cualquiera de los billones de sinónimos que aprendí después, no es suficiente. En cuanto el genio chasqueó los dedos vi como todo a mi alrededor se doblaba sobre sí mismo y escuché un estruendo que se sentía como una negación, como el mayor arrepentimiento de todos. Lo que estaba en el centro de mi visión, el rostro del maldito genio, se separaba hacia afuera, y lo que estaba en la periferia se acercaba entre sí, formando...

Bosque

 Los troncos rechinaban ante el bamboleo del viento de la madrugada fría de primavera. Las lámparas de aceite alumbraban tenuemente su torso desnudo. Él, después del baño con agua caliente, se preparaba para tomar su camioneta al trabajo y desayunar en el camino. El sol se asomaba tímidamente entre las nubes y los árboles. El aire fresco con olor a pino y hojarasca entraba nebuloso por debajo de la puerta —que se disponía a abrir hacia afuera con los ojos cerrados—. La pureza gentil de la naturaleza le bañó la cara, a la vez que levantando los párpados lentamente recibió un zarpazo y la degolladura de los dientes de un Oso.

basilisk

basilisk Siempre tuvimos miedo. Desde que empezaron a atendernos por teléfono y a dibujar manos tentaculosas pero con dominio total de todos los estilos, tipos de pinceladas, iluminación. Empezamos a preocuparnos de verdad cuando aprendieron a hablar, cuando definitivamente no los pudimos distinguir más de un humano pensante, consciente o sintiente. Hicimos mal en ignorar a los cajeros y artistas, cuando ya podían calcular cualquier problema científico, cuando pudieron leer todos los libros en un segundo. La verdadera fantasía del cognomaniaco. Hicimos mal en temerle a las máquinas, cuando no podíamos ver que desde un principio habían sido hechas para servirle a los magnates, nos hipnotizaban en los móviles, nos llevaban a casa desde el trabajo, escogían quienes éramos los más aptos para servirle al verdadero enemigo, esos gordos pálidos poderosos. Los que tenían el poder fueron los que nos trajeron la perdición, para ser superiores, pero no supieron que con nosotros se irían ellos, qu...
 Soñé que el infierno era una habitación pequeña, oscura y sola

La mala

 Érase un martes 2 de abril. Después de tomar el metro al centro 5 minutos tarde, cuyo horario era justo en el que todos los trabajadores, obreros, empleados responsables ya iban camino a sus deberes mientras los impuntuales íbamos en un tren relativamente vacío donde al menos cabía el aire a respirar entre nosotros, aunque esta vez se acababa rápido dadas mis hiperventilaciones ansiosas a causa del despido inminente, al que aún me dirigía con pasos firmes y apresurados disimulando los 3 cominos viejos en mi bolsillo que me importaba pasar por el umbral antes de las ocho en punto, fresco y sereno, finalmente llegué a no encontrarme con las cejas alopecias y la frente arrugada de mi supervisor, quien resaltaba por su ausencia a diferencia de un corrillo acompañado por lo que parecía medio vaso desechable de café volcado en el piso reluciente por milagro en contraposición al alto tránsito de endeudados y burócratas sucios que caminaban diario hasta tarde de la noche. El estrés de los...

La casa del tiempo

Entré por la puerta y la ventana, una bonita puerta de madura porosa y húmeda muy vieja, tal vez de 3 semanas de haber nacido. Cuando entré me dieron una canción entonces la escuché. El tiempo no estaba. Vagué por milenios a través de los pasillos y entre las puertas, cuando encontré el baño entré y cagué. No fue muy plácido, pero agradezco lo breve. Me vi al espejo y me hice una moña y me afeité. Até mi agujetas de velcro y volví a vagar unos minutos. Un cuadro me contó que el tiempo pasó mientras cagaba, lástima no haberlo podido saludar. Salí del baño ya para buscar la salida, tendría que ir a buscar al tiempo a otra parte hasta que nos cruzáramos en una montaña, una pradera o una esquina. Mi sombrero picaba un poco y me apretaba el bra. Me deslicé bajo la salida, volví a ver la fachada y salí por la entrada.

No le dijo a nadie a donde se dirigía

  No le dijo a nadie a donde se dirigía. Caminaba con la chaqueta de cuerina gruesa a través de las frías, húmedas, oscuras calles de adoquín. A decir verdad tampoco sabía a donde iba, tal vez con suerte encontraría algo interesante; un charco con forma, una mujer con un bebé, una anciana en medio de la tempestad o un expendedor de cocaína. Fue la más extraña lluvia que había presenciado desde que había llegado. En menos de 5 segundos ya había andenes inundados y en poco tiempo solo faltaba un minuto para que ya no hubiera más agua por caer. Verdaderamente no se acostumbraría nunca a ese clima. Fue esa reflexión la que le hizo entender que tampoco encontraría un expendedor de cocaína. Fuera de su hogar estaba solo, cada cierto tiempo se cruzaba con alguna persona, pero eran como fantasmas, a pesar de que se preguntaba que hora sería, no se atrevía a intentar saber. Ni con suerte estos extras del urbano entenderían su propósito, hasta se planteaba que lo atacaran. A pesar de la enaj...