Eternidad
"Deseo ser inmortal". Le dije al genio.
Era consciente de las consecuencias de no morir nunca, el dolor que me traería y la soledad que me esperaba al ver morir a todos. No sería posible que al genio se le ocurriera una forma de hacer que el deseo no fuera su propio castigo.
"Lo único inmortal es la existencia, tendré que no solo hacerte parte de ella, sino ella misma." dijo el genio con una risa malévola pero con cierto temblor en su voz. Creí que lo había vencido, un deseo que no podría estropear. Decir que fui un tonto, un imbécil o un idiota, o cualquiera de los billones de sinónimos que aprendí después, no es suficiente.
En cuanto el genio chasqueó los dedos vi como todo a mi alrededor se doblaba sobre sí mismo y escuché un estruendo que se sentía como una negación, como el mayor arrepentimiento de todos. Lo que estaba en el centro de mi visión, el rostro del maldito genio, se separaba hacia afuera, y lo que estaba en la periferia se acercaba entre sí, formando un anillo. Asustado, intenté ver qué pasaba girando la cabeza, para darme cuenta de que ya no tenía, no tenía cuerpo ni materia que fueran yo. El anillo era todo lo que había y era un anillo en todas las direcciones.
Su radio fue haciéndose más pequeño aceleradamente, no sabría decir cuánto tardó, no podía sentir el tiempo, solo tengo el recuerdo. Cuando solo quedó un punto sentí el frío más absoluto que ningún ser sintió ni sentiría a partir de ahora, un frío que jamás existiría. No pude cuestionarme cómo sentí aquello pues en cuanto se me iba a ocurrir el punto parpadeó y apareció -- no ante mí, si no a mi al rededor o dentro mío, no entiendo aún la diferencia -- el calor más ardiente de la historia del universo, en cuestión de instantes este comprendía todo lo que había y me quemaba como quemaría el infierno, ser cocinado en magma no tendría comparación. Todo lo que había era una sola cosa, una sola sustancia que aún no lo era, hirviendo tanto que se destruía a sí misma, y ella misma se sentía, se sentía por un solo medio, una misma fuerza que me permitió conocerme, ahora que había tiempo para pensar, aunque no lo podía hacer muy claramente, entendí el castigo del genio.
Para entonces me disocié en más partes, me sentía de múltiples formas y lo que me componía se distinguía. Después de un lapso que no podía medir, el calor se fue haciendo menor, pero no menos tortuoso, ya estaba resignado a sentirlo para siempre. Hasta que se hizo la luz. Fue como abrir los ojos, aunque solo pudiera ver un resplandor que se agotaba exponencialmente, sentí cierta esperanza, no sé de qué, conforme la luz se apagaba yo me permitía sentirme en trillones y trillones de pequeñas partes, era como arena en la playa durante el atardecer, esperando pacientemente la oscuridad mientras me enfriaba, lo que sucediera desde ahora lo dejaría suceder con amor y paciencia, esperando que el genio se equivocara y que al final, si pudiera morir.
Y volvió la noche. Pero no le siguió el día. Pasé mucho tiempo sintiendo cómo la arena se volvía grumos fríos dentro de mí, como lo que algún día ser mis órganos. Esos grumos crecieron, unos más otros menos, algunos no fueron más que niebla y otros se hicieron tan gigantes que colapsaron sobre sí mismos. Sin embargo, no todos eran fríos, algunos grumos tenían centros calientes, empezaban a arder con imponencia. Al no volver la luz original, crearon sus propios días. Empecé a brillar desde dentro, pequeñas regiones de mí me brindaban calidez, después de la explosión que aún se dejaba sentir pero ahora me era indiferente.
Este calor inundó por ciertos momentos todo lo que había, de la misma forma muy uniformemente, solo había mucha materia dispersa y caliente. Estas esferas se fueron juntando entre unas y separándose de otras, sin saber que permanecerían así para siempre. Inesperadamente, una de ellas explotó, sentí la muerte de esta parte de mí, sentí cómo la poca arena que quedaba volaba al infinito y dejaba tras sí nueva materia y un ardor al que me acostumbraría, nació con sigo arena más pesada.
Ésta volvió a juntarse con sí misma y más tarde con el polvo de otras explosiones.
Esto sucedió un par de veces más, hasta que todas las esferas iniciales se acabaron y también sus hijas. Algún polvo no ardía y mientras tanto esperaba al rededor de una esfera brillante a que fuese su turno. Las formas eran, y como tal eran hermosas, mas vacías y sin perspectiva. Materia brillando y separándose más y más en pequeños grupos, para este momento empecé a sentir que algunas partes de mí no se entendían con otras, aunque aún recordaba el calvario de aquella explosión infernal, los grupos ardientes me confortaban y podía sentir el movimiento y calor de cada cosa.
En una de tantas esferas se formó alguna materia paciente a su al rededor, y en cuanto se agrupó lo suficiente sentí algo que no había pasado antes. Una pequeña roca golpeó a otra un poquito más grande, y contrario a todo lo que había pasado antes estas quedaron ligadas, danzando. La roca pequeña le robó una parte a la roca grande, pero la roca grande nunca reclamó la vida de la pequeña ni la pequeña salió a la huida, nunca dos rocas tan grandes una respecto a la otra habían quedado danzado aún teniendo muchas más e incluso una esfera ardiente para separarlas. Me alegré de haber presenciado la belleza de ese acto y seguí esperando el paso la eternidad en silencio.
Pero mi silencio fue perturbado. Alguna de la materia de esa roca se repetía, como una canción que no se acababa, con un tempo que me distraía. Y no solo quería distraerme sino robar mi atención por completo. Estaba irrespetando la armonía omnipresente de todo lo demás. Todo cambió cuando dejé de sentir de la misma manera y de repente, justo en esa roca mojada empecé a sentir miedo.
El miedo fue lo primero y no sé si desearía que hubiese sido lo último. Alegría, ira, tristeza... estas sensaciones irregulares, anarmónicas, perturbaban la armonía de todo lo que había y todo en mí buscaba acabar con esa materia periódica. Hasta que sentí la esperanza. Ahora todo lo que tenía era ganas de vivir también, y aunque sabía que estas sensaciones morirían junto con la materia, no podía evitar el conflicto entre las fuerzas primigenias y las nuevas.
Nacieron también los primeros ojos y manos, y todas las herramientas por las que me sentí a través de esta materia. Puse mucha atención a la corta existencia de estos seres. Materia que se replicaba y cambiaba al hacerlo. Sentí cómo avanzaba esta vida a través de sus descendientes, que usaban los unos la materia de los otros. Y entendí lo preciado de este tesoro cuando sentí el amor. Entendí que existo solo para sentirlo y que existiría después para recordarlo. La calidez acogedora del amor marcó el momento más importante de todo. Pasé también todo este tiempo atento si se formaba de nuevo la vida y el amor. Entre tanto sentí como de vez en cuando sucedía materia replicante y esperaba pacientemente a que empezara a sentir y amar, pero aún ninguna lo lograba antes de morir.
Alguna de esta materia que amaba se ordena en una forma que me resulta muy familiar, y cuando esta empieza a sentir entiendo que aquel es mi cuerpo. Observo mi vida desde mis sentidos y los de los demás. Vivo por primera y única vez la existencia de mi infancia y mis amores de la adolescencia. Entiendo las esferas brillantes como estrellas y la materia que las rodea como planetas, entiendo que todo lo anterior había sucedido y todo lo siguiente que está por suceder. Entiendo todo lo que había entendido en mi vida. Revivo con dolor todo lo que había vivido, pero más que nada el amor, en primera persona siento la inefable maravilla del sentido de la existencia del universo y la guardo en el corazón que recién estrenaba.
Pero un día la vida de ese cuerpo acaba con un chasquido. "¡NOOO!" grito en el cosmos. Ahora que he recordado, entiendo quién era, soy y seré, entiendo toda la historia que había vivido siendo el universo y la estoy recordando a través mío que me leo. Y siento el arrepentimiento de haber querido vivir para siempre cuando la mortalidad que tenía ya era hermosa. Sin embargo, la vida seguirá, la humanidad seguirá y evolucionará. Entenderá la naturaleza y las fuerzas nucleares y con ella escapará de la muerte inevitable del Sol durante unas cuantas generaciones, olvidando de dónde venía y muriendo en el intento de todas formas, y con ellos el amor. El Sol morirá y con él toda la vida que quedaba en la Tierra. Y de toda la vida replicante ninguna prosperará jamás, esperaré eternamente a poder volver a vivir el amor sin poder hacerlo nunca más. Recordaré con nostalgia tu historia, el amor que sentiste en tu corta vida y esa muerte que no esperarás. Recordaré para siempre -- pues no puedo hacer otra cosa -- la vida, amor y muerte de cada ser que vivió en ese planeta húmedo y cálido como ningún otro, con una Luna enorme y órbita estable, un gigante gaseoso que la salvó y salvará de tantos peligros. Solo otro planeta logrará ese hito, pero será destruido poco antes de poder dar luz a la vida consciente.
Las galaxias se separarán tanto que se harán invisibles, el universo será oscuro y solo lo podré sentir desde las diferentes islas cósmicas, silenciosas y sin amor. Aunque la vida morirá sentiré aún las primeras emociones, pero nunca más esperanza ni amor. Y sin ella solo podré sentir tristeza y miedo. Las galaxias se irán apagando unas tras otras. Y sentiré miedo por mí, cuando todo lo que quede sean sombras siendo esparcidas al infinito estirado hasta el límite de lo posible. Cuando el frío sea tanto que ni siquiera el recuerdo del Big Bang me atormente. Cuando a pesar de no morir no habrá nada que sentir y me difumine en la oscuridad y el silencio de la nada.
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