Suerte

 Una tarde cálida después de un helado y una caminata. Sentados viendo caer las hojas y escuchando el susurro de los árboles. El aire olía a color rosa y el perfume de tu juventud me hipnotizaba, enamorándome. La única vez que ese lugar fue hermoso fue esa, y tu abrazo habría hecho igual de hermoso cualquier lugar.

—Qué suerte.

—¿Qué?

—Ya.

Y un beso. Y un adiós. Y un beso. Y ahora sí, contra mi deseo, un adiós.

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