dos
Llevo dos semanas de haber vivido el miedo a la muerte. Ahora sólo espero que vaya a suceder algo, que pueda suceder algo. El limbo después de esa casi muerte es muy curioso. No siento nada particular, aparte de desolación. Ni tristeza, ni alegría, ni enojo, ni nada. Sólo ese típico y ya normalizado sentimiento de desesperanza de la vida, de que todo es un chiste de que… nada. Ya no siento el horror. ¿Qué será de una ínfima fracción consciente de la realidad? ¿Cómo sabe que es consciente? ¿Serán los demás conscientes?¿podrán? Nadie quiere ser consciente, todos los seres conscientes se percatan que esta luz es demasiado fría, nadie que piense quiere pensar, nadie que no piense siquiera se le ocurriría. Luz fría. Tiempo hace ya que sufrí una micromuerte, justo como lo predije. Dejar un vacío dentro de uno es muy difícil, en especial cuando va siendo tiempo de llenarlo con otra cosa. Otra cosa de diferente forma, otra cosa de diferente textura, tamaño, peso. Otra cosa realmente ajena a eso que cavó profunda y firmemente el corazón. Muerte larga esa micromuerte, sufrimiento inquisitivo de un juez impiadoso.
Una parte importante de mi ser es mi ego, entendido como mi sentimiento de superioridad, siempre falso e [infundamentado], sobre el resto de la humanidad. Le conseguí un compañero a mi ego, le conseguí un amigo, una mascota, un compañero, un ser al que guardar, cuidar, guiar. Y se fue. Mi ego ahora está solo y mirándose la mano vacía. Gran problema es mi ego, es fuerte, grande y fundamental, puede que alguna vez muera, pero no lo quiero matar. Tal vez mi ego es el que no me permite llorar.
Es bueno entender porqué suceden las cosas en mis emociones, conocer la raíz del amor, de la tristeza, de la depresión, conocer qué quiero y qué repudio. Cada salida de la zona de confort es un nuevo desafío, un conflicto moral, pero siempre he podido resolverlo. Lo malo de saber qué soy es que también odiaría a quien sea lo que soy, o más bien lo amaría hipócritamente. Lo amaría porque es como yo, porque no estoy solo, porque hay más desgraciados, porque este estilo de desgracia se me es familiar. Qué asco, a veces me doy tanto maldito asco. A veces mi ego se pone encima de ese asco, le aplasta el cuello y lo calla, lo ahoga. Ahoga mi vergüenza de él, la suprime y puedo seguir viviendo tranquilo, pensando que soy bueno, que soy mejor, que puedo seguir. Aquí no hay personas, hay hechos y seres, seres que se me hacen agradables y seres que no.
Comentarios
Publicar un comentario