Soy un ladrón
Uno roba lo que desea, lo que no posee. No produzco belleza para el mundo. Mi aporte artístico es nulo, ¿Será por eso que anhelo tanto la belleza ajena? Paso el día observando narices perfectas, cejas pulidas, mejillas naturalmente ruborizadas y accesorios bien ubicados. Banal, banal, banal. Banal y terrenal. Son preciados aquellos gestos delicados de cansancio, deseo, felicidad o éxtasis. Siempre me siento monstruoso al poseer la belleza. No hay saco donde pueda llevarla, es como agua para la que no existe cantero. Es como arena, como niebla. Que se escurre entre mis dedos, mis cabellos, mis lagrimales. Infunde mis huesos con un aroma imperceptible pero encantador. Y me abandona. Me convierte de nuevo en monstruo su ausencia. Y como monstruo abandono y huyo al acecho de una nueva beldad que quiera compadecerse, o escamparse en mí.
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